Se cerró la puerta de Santa
Marina y en ese mismo momento concluía el ciclo anual de las hermandades
penitenciales cordobesas, pero sin solución de continuidad se abre un nuevo
ciclo. Lejos de perdernos en la nostalgia, lo cierto es que nos encontramos
celebrando la Pascua de Resurrección, momento gozoso que da sentido a todo lo
anterior y que nos sirve para tomar impulso para una venidera Semana Santa y
toda la actividad ilusionante que se presenta por delante.
Y por delante hay mucho trabajo
aún, porque a pesar de sentirnos por fin cómodos con el escollo del cambio de
Carrera Oficial superado, mucho hay que pulir y mucho nuevo por llegar. Ha sido
un largo periodo que podemos cifrar en unas tres décadas desde que el traslado
del recorrido oficial a la Santa Iglesia Catedral se abriera con fuerza a las
conciencias cofrades a mediados de los años ochenta. Quizás se barruntara
antes, pero fue incluir el Santo Sepulcro este punto en su itinerario para
hacer Estación de Penitencia, y la rueda comenzó a moverse definitivamente.
Entre medias, han pasado muchas cosas y muy importantes como la aparición de
nuevas cofradías y de nuevas imágenes devocionales, enriquecimiento y
consolidación del patrimonio, potenciación de la actividad cofrade en todos los
ámbitos y la incorporación al mundo de la difusión digital.
Todo esto ha pasado y todos son
hechos que pasarán a la historia sea cual sea el futuro de la Semana Santa y del
fenómeno cofrade. De algún modo, todo eso parece cerrarse con el importante
hito que supone el traslado de Carrera Oficial a la Catedral: objetivo
conseguido.
Llegados a este punto, se pone en
marcha de nuevo el reloj cofrade, que no para y resta, segundo a segundo, el
tiempo que precede a futuras Semanas Santas, y quizás nos parece faltar una
meta en el horizonte que nos ilusione y nos motive. O quizás no sea así. Está
claro que durante algunos años viviremos aún con la inercia del cambio y todos
los ajustes que este necesite. Pero lo que se abre irremediablemente es una
nueva era en la que la consolidación y el mantenimiento de lo conseguido
deberían ser el motor para sobrevivir en una sociedad crecientemente laica con
la que habrá que convivir. El reto es evitar que todo se desvirtúe y que alguien
tenga la tentación de mantener la celebración -por ejemplo, por motivos
económicos- transformándola en una fiesta vacía sin sentimiento ni raíces y que
se llegue a difuminar lo que lo fundamenta. Incluso habría que estar alerta
porque podría ser peor y un decreto a lo “Trevilla”, desde ámbitos políticos o
vaya usted a saber desde dónde, podría ocurrir. Habrá que estar alerta y
mientras tanto seguiremos trabajando en la Semana Santa del 2018, 2019 y todas
las que vengan.
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