El comentario de este mes y del próximo
estarán dedicados a valorar la pasada Semana Santa 2016. No será un relato de
lo ocurrido, que para eso ya tenemos otra clase de artículos, sino un análisis
de aspectos generales que rodearon el desarrollo de la pasada edición. Nos
centramos en esta ocasión en aquello que no nos gusto.
Empezamos por el público.
A este colectivo se dirige toda
la teatralidad cofrade. Su número masivo, tanto de locales como de foráneos,
siempre nos llena de orgullo, pero el comportamiento, sin embargo, deja mucho
que desear en un buen número de ocasiones. Sin duda sentimos frustración por la
imposibilidad de disfrutar del silencio y la intimidad cofrade necesaria para
ver la mayoría de las hermandades. No se salvan prácticamente ni las de
“silencio”. Otro aspecto ligado al público es la suciedad generada: de
vergüenza ajena. Los residuos generados desbordan papeleras o lo que es peor,
quedan en aceras y calles contribuyendo a la ausencia de silencio a cada golpe
de lata de refresco. Por último, mencionar el desorden que se crean entre las
filas nazarenas por el trasiego de algunos en una dirección u otra, bien porque
ya han visto la procesión o porque buscan una ubicación para verla desde el
principio. No solo se molesta a las hermandades sino también al resto de
público más considerado y que presencia con más respeto las estaciones
penitenciales.
Vamos a hora con el cortejo
nazareno.
Desafortunadamente, fue fácil
encontrar nazarenos en un buen número de
cofradías cuya compostura dejaba mucho que desear: desde los que se descubren
con facilidad, a los que hablaban con otros nazarenos y los que se formaban
tertulia en torno a su figura con amigos o conocidos del público. Los hay que
incluso llevan acompañante permanente portando un “kit” básico con agua,
bocadillo y móvil con WhasApp. Cabe mencionar aquí algunos especimenes
singulares como aquellos empeñados en llenar su propio guante con cera hasta
conseguir un molde perfecto de su mano cofrade o los que se dedican a conseguir
formas imposibles moldeando su cirio encendido.
Los costaleros.
Si lo de algunos nazarenos nos
sorprende, lo de los costaleros también es para nota en los últimos tiempos.
Figura bastante mitificada, su capacidad técnica es indudable y su necesaria
participación esta fuera de duda, pero también el comportamiento de algunos
deja que desear. Con carácter general, es habitual que deambulen de un punto a
otro del relevo, en mitad del cortejo nazareno dando una imagen desorganizada
de este. Por otro lado, quizás no se trate de hacer una penitencia ortodoxa
dado el esfuerzo que ya realizan, pero un poco de contención a la hora de beber
o fumar tampoco estaría mal. Este año nos ha tocado ver incluso la
concentración de algunos junto a los bares para tomar cervezas y charlar
distendidamente al paso de su propia cofradía a la espera de un relevo.
El entorno.
Hace unos años se reclamaba que
se apagaran luces de comercios y de las calles al paso de cofradías. Esto ya ni
se reclama ni por su puesto se hace. ¿Se podría abordar este tema de nuevo para
conseguir mayor intimidad?
Tradiciones.
Este año, aunque es algo que
vamos comprobando de forma paulatina en los últimos años, hemos oido menos saetas.
Empieza a convertirse en una “rara avis” que nos hace pensar que se encuentra en
evidente peligro de extinción. Y cuando alguien se arranca, ¡qué difícil
escucharla en silencio!
Quizás nos allá quedado un panorama
algo sombrío o pesimista, pero todo esto pasa y tampoco esta de más ser
conscientes para cambiar nuestra actitud o tratar de reconducir la situación.
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